¿Y si hubiera estudiado lo que de verdad me gustaba? ¿Y si hubiera dejado mi trabajo seguro de arquitecta por aquel de ilustradora que me apasionaba? ¿Y si dejara mi vida aquí y me marchara a trabajar al extranjero? ¿Y si me tomara un tiempo sabático para escribir el libro que tengo en mente? ¿Y si hubiera seguido  a ese chico que me robó el corazón?…

Cuando tienes un deseo o un sueño genuino, el corazón no te deja en paz. Este run run” no para hasta que le haces caso (o te anestesias de alguna manera). Son interrogantes punzantes que te recuerdan quién eres y qué es lo que de verdad quieres. Tu camino.

Puedes ignorar  este deseo y por un tiempo desaparece. Pero si es genuino, volverá a gritarte al corazón. Cada vez más fuerte, hasta que le hagas caso.

Puedes darle la espalda a la verdad, pero ésta tiene la capacidad de flotar. Al final acaba saliendo a la luz por mucho que la escondas. Se abre paso.

Tarde o temprano tienes que afrontar lo que sientes.

Desde muy joven empecé a escuchar mi corazón y a soñar despierta.  Mi primer gran sueño: quería ir a la India y ser una parte activa de la lucha contra la pobreza. Por eso al acabar la universidad me fui para allá a trabajar en una ONG.

Parecía un disparate. Podría haberlo ignorado. Pero no quería vivir con el peso del,  “¿Y si hubiera…?”. Necesitaba escucharme y seguir esa luz interior. Aunque no tuviera ninguna “lógica” desde el punto de vista de  la razón.

Renuncié así a una vida más predecible que me esperaba en mi tierra natal: trabajar en el hospital que hay al lado de mi casa, aprobar una oposición, ser una gran fisioterapeuta, casarme, hipotecarme, etc.etc. Hubiera sido una opción, pero no era la mía (O al menos no a los 20 años).

Mi brújula interna marcaba otro camino y  si quería vivir con coherencia tenía que escucharme. Aunque a ratos costara salir de la comodidad y la seguridad de mi pequeña isla. Aunque costara decepcionar expectativas. Era un grito muy fuerte que no podía ignorar.

Unos años antes ya me había dado cuenta que no quería vivir soñando. Quería vivir mis sueños. Mientras pudiera elegir, no quería vivir con el “run run” del “¿Y si?”… 

En la vida tienes muchas opciones. Pero siempre hay una que te llama más. Tal vez no sea la más segura. La más lógica. La más cómoda. Pero es la que tiene más fuerza. Aquella que te toca y te expande el corazón. Aquella que te hace brincar. Aquella que te ilusiona de verdad. Y si no te atreves a dar el salto, tendrás que aguantar toda la vida el peso del “¿Y si…?”. Es una opción pero tiene su coste… (Como lo tiene también seguir el corazón, pero al menos, ¡te sientes viva!)

Una vez que tomas la decisión de escucharte y ser coherente, ganas paz interior. Ese “¿Y si….?” ya no tiene fuerza. Sabes que aunque no estés allí todavía, estás en el camino que te lleva a tu objetivo.

Es posible que durante un tiempo tengas que poner en stand by esa llamada interna. Por ejemplo, aceptar un trabajo que no te satisface porque te da el dinero que necesitas para vivir y ahorrar para construir el  negocio que quieres.

En todo caso, no pierdes de vista tu verdadero objetivo. Sabes que eso es un paso intermedio, que no  te estás desviando. Avanzas paralelamente hasta que los dos caminos, el que vives y el que sueñas, confluyen.  Llegará el día en el que tú puedas vivir según tu verdad.

Hacer realidad ese deseo o ese sueño no va a ser todo el tiempo un camino de rosas. Nadie lo dijo. Pero te sentirás viva y fiel a tí misma. Puede que tengas éxito o que fracases pero, al menos, lo habrás intentado.

Si lo logras, ¡fantástico! Si no, al menos tendrás la serenidad de haberlo intentado. Dicen que en el lecho de muerte te arrepientes más de lo que te queda pendiente que de lo que hiciste en vida.

Vivir alineado con tu corazón, tus sueños y tus valores, tiene un valor incalculable.

 

¿Qué grito hay en tu corazón? ¿Cuál es tu “y si…”? Compártelo a continuación.

 

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